El escritor que escribe. 1

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Para narrar bien hay que poseer un talento determinando, sin dudas. Es un talento que no se posee por educación superior, ni mediante una maestría ni un doctorado. Pero si los tienes no es desechable. Puedes ser un monstruo en Derecho Penal o en Física Nuclear, pero de contar una historia no saber ni un átomo. Así que esto de escribir una novela —me quedo en “novela”— requiere un certificado de nacimiento con anotaciones al margen. Está más claro que el destello de un faro en la tormenta que lo puedes tener y no hacer nada con él. Pero, caramba, sería un desperdicio para ti y lectores potenciales.  Y aún más claro —con su antítesis la oscuridad— que algunos no saben que lo poseen, y otros que lo saben, se lo niegan. Lo matan antes de que tenga tiempo de cultivarlo. Sabemos que la imaginación dotada de sensibilidad y entrenada en el oficio, se hace molesta para algunos matones con poder político.

Para narrar se necesita, es imperativo, mucho oficio y el oficio se adquiere en el trabajo constante, sudoroso, casi que masoquista. Cada vez que escucho a alguien decir que “disfruta escribiendo” me ha gustado preguntarle a qué se debe el contento. En mi caso el disfrute solo es un poco de tiempo que se ahoga en el sudor. Si no sudas, pues la verdad que no sé qué escribes. Me hubiera contestado esta interrogante, pero existe una norma en la buena práctica de la vida que se relaciona con la dependencia a la decencia, que hay cosas que no se deben preguntar porque es de mala educación. Así de claro.

En unos versos del poeta Kavafis en su libro Poemas Canónicos: “Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares. La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo y en estas mismas calles encanecerás…”, se encuentran algunas pistas. Puedes ser un ser viajero, de un hemisferio a otro, incluso pisar la Luna, pero el intento de encontrar un nuevo paisaje te persigue como al hambriento insaciable el hambre perpetua. El avión o el crucero te dan clases de geografía, pero puede que no alerten tu imaginación.

Tienes que tener el pasaporte o certificado de nacimiento escritor para sentir que no es nada más que paseos, costosos, pero paseos. El escritor siempre se inventará un mundo sobre ese mundo, incluso por debajo de él. Y en ese riesgo, atrapa al lector, que no “vio” aunque lo consideró así por su fotos y selfis con otros corredores de mundos como prueba de que algo existe en él de Fernando de Magallanes. Se olvidan que la proeza de Magallanes fue contada por un escritor, Antonio Pigafetta. Todo lo que se sabe de Magallanes y El Cano, de aquellos momentos que construyeron un camino entre las más complejas circunstancias, se lo debemos a Pigafetta.

Dicho esto, intentaré resumir qué es un escritor, lo que es siempre un riesgo. Pero los escritores toman riesgos. Diré apenas unas primeras aproximaciones para continuar en el post siguiente y no abusar de la atención del lector —otro aparato del buen escritor— y no enredar mucho esto. La primera es dar rienda suelta a su fantasía y creatividad, esto es lo que sienta las bases de todo el andamiaje en que construye su novela. Si el tema que escogió es un hecho concreto, histórico o muy cercano a la actualidad, la fabulación le hace escapar del periodismo y la nota de prensa. Para cortar y editar tendrá tiempo. Hay crónicas que parecen extractos de novelas, pero siguen siendo crónicas, y no todos somos Antonio Pigafetta. Quien, a propósito, es un personaje como para novelar.

La segunda, el tono. Sin tono, no hay novela. Puede que exista un informe, un tratado de Derecho Penal o una tesis doctoral, pero novela, ni pensarlo. El tono es un don que nace y a mí me parece, no se hace. Puede que el escritor consiga aprender muchas cosas, pero el tono, nada, se nace entonado o no. La uva blanca del valle de Loira, Francia, es esa uva desde su nacimiento. Hasta en las novelas de tesis, se necesita un tono.

La uva blanca del valle nace ella misma, el escritor nace con su voz. La voz del escritor en su valle y su uva, únicos. El tono le permite pasar con absoluta “facilidad” del lirismo a lo épico, de lo más horroroso al más contingente escalón que reconforte al lector.  El doloroso camino de la uva en siglos de evolución para ser esa uva, es igual al camino de muchos maestros para encontrar su voz. El otro escalón lo dejo para la siguiente entrada, que tendrá otros puntos. Las fotos que me acompañan aquí lugares conocidos, pero que intento extraerles la sustancia que, creo yo, los hace únicos para una novela. Pero esto es un secreto, basta con descubrir ahora sus imágenes.

Continuaré

Ω

Publicado por: M o n t e P e n té l ic o

Escritor de novelas negras y de lo que atrape su interés, siempre que ese interés sea respetar la Vida. VIDA TODA. Un escritor de novelas negras en La Habana, que cuenta también con ese largo y extenuante ADEMÁS DE URGENCIAS, cómo las escribe, qué punto en ese universo estrecho de la pequeña ciudad lo han inspirado o hecho pensar con detenimiento en un mundo acelerado. Lo aterran y estremecen y obligan a escribir. A veces escribir ficción no es inspiración que otorgan los Dioses Manes de la Literatura, es una obligación para no sucumbir. Por favor, Dioses Manes de la Literatura, es de mi absoluta creencia y base gnoseológica. Mi delito, soy culpable. Gracias por su tiempo.

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