Novela negra en Cuba. Parte 1

La novela negra en la negritud

Nadie desea decidir al final cuál será la novela negra que más representa la transfiguración de la propia novela negra en Cuba. Los riesgos son altísimos, y la capacidad interpretativa no posee documentación fresca para auscultar los latidos del enfermo. Ergo: no hay novelas negras en un mercado competitivo. El tórax indica que se escuchan latidos de enfermo de cuidado listo para terapia intensiva. El mercado editorial, ese que fuera estigmatizado y sentenciado a pena de prisión con internamiento, vive en las sombras. Y se gastan toneladas de recursos en imprimir libros que a pocos importan. No es que no existan lectores, digamos, para tochos históricos, sino que, por mi experiencia, esto tiene un contrapunto. La mayoría de los lectores interesados en la historia cubana tienen mucho oficio y ese oficio posee una característica: prefieren ir a las fuentes. Un ejemplo. Me honra con su amistad un historiador centrado en temas económicos. Cuando quiere refrescar y consultar fuentes, visita con asiduidad el «El Ingenio, complejo socioeconómico cubano» del genial Manuel Moreno Fraginals. No pierde su tiempo en clonados o «en libritos que lo plagian con irrespetuosidad». Opta por sus archivos, visita el Archivo Nacional o la Biblioteca Nacional.

A algunos ni les interesa dar definiciones sobre la novela negra en Cuba o sus transiciones, estilos o rupturas con sus precedentes, casi siempre policiales. Policía Nacional Revolucionaria y el infalible cooperante del C.D.R., como protagónicos sin máculas. Puede que quieran mostrar el rostro en defensa de un género que aman (sí, como se puede amar a un ser que lo es todo para uno), pero la realidad depauperada lo impide. Ni café, para entonar la inspiración y fortalecer el trabajo.

Nunca como ahora, la novela negra puede nadar en un mar oscuro y de infinitas posibilidades, pero eso la hace sospechosa de ser, ella misma, un personaje negativo.

Escribir, se sabe, más que inspiración romántica es trabajo constante y agotador. Y una tacita de café o un vaso de té, pueden ayudar. Conozco, eso sí, a un escritor que escribe a palo seco, pero cuando termina una página «¡cabrona!», le da un hambre de reconcentrado. Y entonces es casi lo mismo: el sólido y el líquido, extintos a largos momentos. Casi siempre para su captura en un tiempo que restas al trabajo. Horas que no volverán. La clepsidra se seca. No empuja la bola de bronce. El tiempo que se pierde en escribir es irrecuperable. Lo de recuperable puede ser utilizado en otras facetas de la vida, pero en escribir, no. Lo que ibas a lograr hoy, no lo obtienes mañana. Al siguiente día tu biorritmo no es el mismo. La buena página de hoy que no fue, ya nunca será.

Estos (a los que poco le importa tomar el cargo ¿bien remunerado? de los conceptualistas) son lo que ahora mismo pueden estar trabajando, bajo difíciles condiciones, en una «hard boiled». La estén cocinando a fuego lento, (la carne dura y perdida en los precios dictados por la inflación) o la sueñen en sus escondrijos mal iluminados, hambrientos y desconsolados. Consideran con altruismo de monje benedictino que lo hacen o no lo hacen, pero si lo hacen no tienen otra escapatoria que consumarlo ad honórem.
Las posibilidades de terminarla en vida, aun dándole en cada toque todo su empeño, es una pista que no conduce a nada. La nada aquí, como categoría de impublicable. Ese tipo de improntas que ni siquiera han llegado a la categoría de indicio salvador. Y que dejan al investigador colgado de la brocha roja de la sangre. De una novela ¿negra? iniciática a una negra cuajada de las «realidades», se han ralentizado las escrituras. O se han tornado fantasmagóricas. Lo que introduce aquí un indiscreto personaje gótico y ya casi poco verosímil. Los que hacen nacer a un fantasma, lo habitan con un personaje con tratamiento psiquiátrico. O sea, sin psicofármacos. Otra escabrosa carencia.

La sociedad cubana está, en estos momentos, en una sequedad publicitaria. Y en otra palidez aún más preocupante, en desolación de lectores. ¿Por qué? ¿Porque los lectores no quieren leer? No. Porque los lectores no tienen dinero para comparar. La situación económica imperante, con una inflación que ha roto las puntas indicativas en los últimos sesenta años, obligan a la economía de supervivencia. Un tipo de economía del Neolítico aunque junto a tí, una bella dama esté hablando con su amante italiano en un móvil para que deposite euros en su cuenta. El apartarse de los libros que podrían interesar a un determinado target, al placer de leer una buena historia en ratos de ocio, de las que atrapan, parece una suerte de impostergable «toma de decisión» a veces tajante: o comes o lees, o sueñas un tanto y alimentas el espíritu, o compras el tubérculo de oro, la papa, y te preparas una sopa.

En otras palabras, las escasas editoriales que existen y perviven no están interesadas en la novela de la oscuridad y el asesinato. Optan por lo histórico. U optan por lo histórico bien ajustado a la ideología y al poder de los decisores. O prefieren y priorizan los tratados de la ideología. La ideología tiene todo el derecho a defenderse, sí, pero cuando no tiene espacios para la «otra mirada», satura. Al final, la pregunta de si tales textos se venden, es, ya de por sí, un terreno pantanoso. La respuesta sería otro enigma a resolver. Otro de los problemas, que las editoriales no rinden cuenta de sus gastos, y menos de sus costos de producción y ganancias. El presupuesto del Estado se encarga de los agujeros negros. Unidad presupuestada, motor ineficiente no susceptible a sanciones públicas, las pocas se remiten a los descargos de toda la vida: el futuro será promisorio.

Me atrevería a asegurar que sin dudas se escriben o están escritas tales «cosechas rojas». Pero son engavetadas, o en cualquier cajón, de esos que se adoran, cajones llenos de cucarachas, húmedos o que cualquiera se cree en el derecho de echar a la basura porque ocupa demasiado espacio. Como el camión recolector demora tanto hay posibilidades ciertas de correr hacia la basura y rescatar el dichoso cajón. A esto se llama salvar la acción precedente realizada por un proxy atrevido. Por eso la IA (inteligencia artificial), nunca podrá suplir la mente creativa y el dolor existencial de un escritor de novelas negras en Cuba.

Continuaré

Ω

Publicado por: M o n t e P e n té l ic o

Escritor de novelas negras y de lo que atrape su interés, siempre que ese interés sea respetar la Vida. VIDA TODA. Un escritor de novelas negras en La Habana, que cuenta también con ese largo y extenuante ADEMÁS DE URGENCIAS, cómo las escribe, qué punto en ese universo estrecho de la pequeña ciudad lo han inspirado o hecho pensar con detenimiento en un mundo acelerado. Lo aterran y estremecen y obligan a escribir. A veces escribir ficción no es inspiración que otorgan los Dioses Manes de la Literatura, es una obligación para no sucumbir. Por favor, Dioses Manes de la Literatura, es de mi absoluta creencia y base gnoseológica. Mi delito, soy culpable. Gracias por su tiempo.

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