LA MUERTE, EL FIN, Y LA PROSPERIDAD POST MORTEM. PARTE 1

AL VER LAS LUCES DE CIEGO MI AMIGO SUCUMBIÓ AL GOLPE DE PARADA

09-1140Ahora la lanchita de Casa Blanca hace un recorrido más largo del primigenio. El nuevo puerto de salida hacia la pequeña ciudad lo extiende en tiempo. El espacio en la bahía yo no lo noto, no me afecta. La vida de mi querido amigo no se extendió pese a que cambió sus puertos de entrada y salida. Mi amigo, historiador de barrio, ex bodeguero, chapista e inventor de cuanto exista en este pequeño mundo extraño que es Cuba, avizoró el final. Las luces de Ciego, por última vez, fueron sus últimas visiones. Vivió en Casa Blanca sesenta de sus sesenta y cinco años. Vivir en Casa Blanca siempre es un privilegio. Una franquicia de la Vida que supo aprovechar. Pero en ese lustro se complicó. Se había enamorado otra vez. De una mujer 30 años más joven, lo cual no es técnicamente nada imposible ni venenoso o contraindicado para el corazón. Si la mujer no estuviese perdidamente enamorada de otro. No de otro hombre, de otro paisaje, su Camagüey. Una casa colonial con tinajones y en pie a pesar del tiempo y los eventos históricos. Calle estrecha de adoquines y cerca de una de sus plazas que había heredado de su abuela, mambisa de lecturas y presa por actividades contrarrevolucionarias. ¡Qué palabreja!

Esto requería de mi amigo el todoterreno un esfuerzo añadido. Para el amor y para el trayecto. Su Chevrolet Bel Air 1957 con un injerto de motor Nissan debía viajar con asiduidad a Camagüey. Viendo las luces de Ciego de Ávila se decía a sí mismo que ya estaba en la calle estrecha de adoquines. Y en el lecho del amor. Había sin fallos, queso blanco y mascarillas de recambio. Le falló el corazón. Por suerte para su muerte, había decidido llevar un copiloto, joven vagabundo medio hípster, mitad pintor de paisajes de la tribu de la Habana. El hombre de todos los oficios se quejó, le dijo al hípster que se moría. Arrimó el Bel Air. Ya era cadáver. ¿Qué hizo el pintor, el hípster de La Habana? Lo que habría hecho yo.

El ser humano no está hecho para la felicidad, su materia no es el trigo. Pero hay una cantidad apreciable de hombres que encuentran la felicidad, haciéndoles desgraciadas las vidas a otros hombres

Las palabras de arriba pertenecen en exclusividad a mi amigo el genio de todos los ámbitos. El hípster en vez de seguir hacia Camagüey en plena etapa post-pandemia (término ya de por sí inextricable) dio marcha atrás. Depositó con sumo cuidado al genio de los inventos en al asiento trasero y orientó el rumbo a La Habana. Consideró como yo, que aparecer con un muerto en la ciudad del escribano del cabildo Silvestre de Balboa, «Un Muerto». Otro muerto, el muerto de la hecatombe que fallece otra vez ante las carencias y la burocracia. Evitaré, al menos en este post, detallar las tribulaciones al llegar a La Habana en el tema acta de defunción y su remate. El asunto es otro.

No se pudo, a pesar de gestiones y algún que otro intento de aplicar una corrupción con dinero, incinerar. No había petróleo. Sequedad total. Uno de esos días en que los Cupets estaban o intratables o con morosas colas de semanas más otras semanas marcando. Ni una cineraria. Más sencillo hallar una etrusca en el humilde barrio de La Timba en los finales de la Necrópolis. Todo es posible en La Timba… menos resolver una urna funeraria. Un amigo resolvió una caja de muerto. Las cajas de muerto escasean como la felicidad aun con cerveza o ron de alambique. Pero las demoras en el hospital Calixto García (docente) para certificar la muerte hicieron que al aparecer en la funeraria de San Miguel del Padrón la caja de muerto había desaparecido. La caja de muerto había sido robada en la madrugada. En un instante en que la funeraria no tenía tendidos, y estaba cerrada. Los médicos del Calixto tienen un sentido estricto del deber profesional. Aquello tema para una película de humor negro. El hípster sometido a un interrogatorio extenuante que suavizó un tanto mi intervención. Sólo un tanto…

Un deudo con cierta influencia inició una ardua ascensión al Annapurna en busca de otra caja de muerto. Mis fuerzas se habían agotado en los temas policiales. Al fin apareció cupo en la funeraria de Calzada, la famosa casa mortuoria. Cercana a la Embajada de los Estados Unidos, donde se emprende otro viaje, el pariente que reside cerca gestionó, su palabra, otra caja de muerto. No tenía vidrio, pero era un ataúd. Ya no hay vidrios, antes se reciclaban. En la exhumación el perito tiene órdenes de salvar el vidrio. Para otra estancia en el inframundo luego de recoger lágrimas de los dolientes. Mi amigo llegó en un cachivache de Medicina Legal. El rostro era de paz. Es lo que creía ver. O me impuse notar. La novia (él le llamaba novia) llegó ahogada en llanto, sudada, mal vestida, peinada con desespero y dolor. No sé como lo hizo. La carroza fúnebre se detuvo unos minutos a la entrada de la Necrópolis de Colón por defectos en el motor. Cuando cargué la caja por el estrecho camino entre bóvedas, (delantero a la derecha del ataúd) sentí su cuerpo pesado. El fondo eran tablas finas, no un fondo terminado. Listones flexibles. El cuerpo destilaba por el calor. Su sustancia llenó mismo manos.

Al caer la noche subí a la azotea del cuarto que alquilo en Casa Blanca, su pequeña ciudad. No había energía eléctrica. Recodé la última vez que nos sentamos y miramos la bahía y la ciudad. No sospechamos que iba a ser la última. Me dijo que estaba enamorado. Le comenté que era bueno. Me miró con cara de ataque. La luz de una lámpara de batería, de su propiedad y para emergencias en el Bel Air, alumbró aquella expresión. «Es parte de la felicidad», me reveló. Era un hombre enamorado con toda su fuerza, fe y nueva mirada al mundo. Me preguntó cómo podía escribir sin estar enamorado. Me había bañado con el cubito, utilizado jabón regalo de mi vecina, la que me llama Critor, pero olí su cuerpo líquido en mis manos.

Continuaré

Ω

Publicado por: M o n t e P e n té l ic o

Escritor de novelas negras y de lo que atrape su interés, siempre que ese interés sea respetar la Vida. VIDA TODA. Un escritor de novelas negras en La Habana, que cuenta también con ese largo y extenuante ADEMÁS DE URGENCIAS, cómo las escribe, qué punto en ese universo estrecho de la pequeña ciudad lo han inspirado o hecho pensar con detenimiento en un mundo acelerado. Lo aterran y estremecen y obligan a escribir. A veces escribir ficción no es inspiración que otorgan los Dioses Manes de la Literatura, es una obligación para no sucumbir. Por favor, Dioses Manes de la Literatura, es de mi absoluta creencia y base gnoseológica. Mi delito, soy culpable. Gracias por su tiempo.

Categorías Bahía de La Habana,Camagüey,Casa Blanca,Chevrolet Bel Air 1957,hospital Calixto García,La Habana,Necrópolis de Colón